"Si la juventud es un defecto, es un
defecto del que nos curamos demasiado pronto.”
Nos hemos quedado con esta cita del poeta y diplomático
estadounidense James Russell Lowell no por lo que deja ver, sino por la interpretación que se
puede hacer de esta.
La juventud, en especial los niños y niñas, no se fija en las nimiedades por las que
los adultos llegan incluso a provocar guerras. Para ellos, el país de
procedencia, la religión o el poder económico no son más que tonterías. Cosas
que no definen a un niño o a una joven. A una amistad, en definitiva.
No obstante, a pesar de demostrar a diario esa madurez
emocional que, en muchas ocasiones, escasea entre los círculos adultos, la juventud es desplazada de la sociedad.
Es tachada de inconsciente, crédula, inmadura. Se nos cuelga el San Benito ese
tan típico de “tú que vas a saber, si eres muy joven aún” y pretenden, así, que
no hablemos, que no nos integremos en una sociedad de la que, al fin y al cabo,
formamos parte.
Desde el 12 de agosto
de 1999, fecha en la que las Naciones Unidas lo declararon, se considera este
día como el Día Internacional de la Juventud. Durante ese día y en años
sucesivos se fueron llevando a cabo actividades y propuestas para reivindicar los derechos de la
juventud. Se trata de hacer que participe a nivel global en todos los
ámbitos.
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